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  • Foto del escritorJosé Manuel Lopez Mohiño

Los gitanos en Andalucía. Siglo XVI

Actualizado: 13 dic 2018


La principal actividad gitana fue siempre en Sevilla la herrería. (La fragua: Francisco de Goya y Lucientes. Colección Frick. New York. USA.)

Aunque formaban un grupo menos numeroso y más difícil de localizar, por su falta de arraigo en ningún lugar, no podemos olvidarnos de ellos al hablar de los sectores no integrados en el conjunto de la sociedad sevillana del siglo XVI.

La primera indicación de gitanos españoles es un salvoconducto de enero de 1425, otorgado en Zaragoza por Alfonso V de Aragón, el Magnánimo, a favor de “Don Johan de Egipte Menor”; Tomás, supuesto conde de Egipto Menor, recibió otro salvoconducto poco tiempo después. Las crónicas indican que gitanos llegan a Barcelona en 1447, desde Francia.

En Andalucía, lugar hoy paradigmático de los gitanos españoles, el primer registro histórico es el de la llegada, de Tomás (probablemente el mismo grupo de treinta años antes) y Martín, también «Condes de Egipto Menor» -eso decían ellos-, quienes fueron recibidos en Jaén en 1462 y agasajados estupendamente por el conde Miguel Lucas de Iranzo, que ocho años después volvería a recibir, en su sede de Andújar, al Conde Jacobo de Egipto Menor y a su esposa Loysa. Cada uno de estos nómadas venía acompañado por entre 50 y 200 personas.


Desde el principio fueron numerosos los gitanos en Andalucía, atraídos quizá por la riqueza de nuestros campos. El contraste con Castilla debió producirles el mismo impacto que al viajero polaco Sobieski más de cien años después: "... en todas partes descansa la vista en grandes extensiones, como selvas, de limoneros, olivos, cipreses, palmas datileras y viñas riquísimas... Después del desierto que acabábamos de atravesar... me pareció encontrarme en un paraíso."


Otra razón plausible de su concentración en Andalucía ha sido apuntada con agudeza por José María de Mena. La frontera con el reino de Granada era escenario de incursiones y algaradas endémicas. De 1463 a 1477 -justo desde la aparición oficial de los gitanos en Jaén- se producen las luchas señoriales entre Girones, Guzmanes y Ponces de León. La guerra final con Granada abarca de 1482 a 1492. En resumen, el último tercio del siglo XV representa para Andalucía un continuo movimiento bélico; y eso supone necesidad de caballerías, de herraduras, de armas y munición, sin hablar de las actividades ligadas al reposo del guerrero.

Nuestras tierras son entonces una fuente de opulencia para los gitanos, a tono con su mentalidad y habilidades. No parece casual que las poblaciones serranas entre Sevilla por un lado y Cádiz y Málaga por otro -la vieja frontera- arrojen aún en el siglo XVIII una desproporcionada densidad de gitanos herreros, posible reflejo de un asentamiento masivo tres centurias antes.


En las luchas señoriales, don Rodrigo Ponce de León hizo legendaria su superior iniciativa y talento militar, gracias a los cuales pudo hacer frente a los mayores medios de don Enrique de Guzmán. Podríamos arriesgar la hipótesis de que vio en seguida las ventajas de incorporar a su bando unos auxiliares tan útiles como los gitanos. Cuando en la última década del siglo se pacificó Andalucía y casi simultáneamente comenzaron las persecuciones contra estos últimos, muchos de ellos -ligados ya a la casa de Arcos- buscarían el amparo de los Ponce viniendo a instalarse justo enfrente de su palacio, al otro lado de la plaza del Carbón. Habría un intercambio de protección por servicios: reinaba ya la paz, pero era el momento en que comenzó a revalorizarse el papel del herrero en el esquema de explotación de los latifundios.


Como hemos visto en Jaén, para ser bien recibidos, los gitanos decían ser peregrinos provenientes del Egipto Menor (región del Peloponeso-Grecia). Ellos decían que eran obligados a vagar por el mundo durante siete años, como penitencia; porque decían que habían sido perseguidos por los Sarracenos y obligados a abjurar la fé cristiana. Los reyes del momento -según lo que ellos contaban- les obligaron a presentarse delante del Papa, que les dió una penitencia y también credenciales para que fuesen bien recibidos dondequiera que ellos fuesen. Se sabe que al principio fueron bien recibidos porque el carácter misterioso de sus orígenes había dejado una impresión profunda en la sociedad medieval. Pero en el espacio de algunas décadas, la curiosidad se transformó en hostilidad por causa de su particular idiosincracia.

Aunque pocos, llamaban mucho la atención por su peculiar forma de vida, sus costumbres, su lengua -el romaní- y las actividades que solían desempeñar. Por ello, la literatura les dedicó muchas páginas. En el teatro de Lope de Vega, de Gil de Vicente y en las novelas ejemplares de Cervantes, pueden encontrarse diversos tipos de gitanos. Éste último autor no los deja bien parados en esta popular novela suya:

"Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como acidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte." La gitanilla.- Miguel de Cervantes Saavedra


Su tradicional desarraigo y su carácter itinerante, levantaba la sospecha de las autoridades, sobre todo en unos momentos en que cualquier persona o grupo de personas cuya actitud ante la ortodoxia religiosa no fuese clara eran consideradas peligrosas para el resto de la sociedad. Los prejuicios ya existentes eran aumentados por la convicción difundida en Europa de que la piel oscura fuese una señal de inferioridad y maldad...el diablo, de hecho, era y es pintado de negro. Los Gitanos eran fácilmente identificables con los Turcos porque, indirectamente, provenían en parte desde las tierras de los infieles, por lo tanto eran considerados enemigos de la iglesia, la cual, además, condenaba las prácticas relacionadas a lo sobrenatural, como la cartomancia y la lectura de la mano, que los Gitanos solían practicar.

Pero lo que más escandalizaba de los gitanos era su indiferencia religiosa. No tenían ningún inconveniente en ser bautizados, pero la imposibilidad de ejercer un control sobre el cumplimiento de sus deberes para con la Iglesias, a causa de continuo nomadismo, hacía difícil que la Inquisición cayese sobre ellos. Su forma de vida, el nomadismo, sus costumbres, estaban en contradicción con el espíritu de la Contrarreforma para el que resultaba inaceptable el matrimonio no canónico practicado por los gitanos, su aparente promiscuidad, dado que convivían y dormían todos juntos, además de la consanguinidad en los enlaces.


Ya los Reyes Católicos habían dictado disposiciones contra los gitanos para que tomasen vecindad y oficio. Estas medidas se repitieron sistemáticamente durante los siglos XVI y XVII; en 1575 se les amenazó con enviarlos a las galeras, pero todo fue inútil.

Recua y gitanos en un bosque (detalle). Jan Brueghel el Mozo. Siglo XVI. Museo del Prado

"Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reynos y señoríos con sus mugeres e hijos, que del día que esta ley fuere notificada y pregonada de esta nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partidos fasta setenta días siguientes, cada uno dellos vivan por oficio conoscidos que mejor supieren aprovecharse, estando de estada en los lugares donde acordaren asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo que hobieres menester, y no anden más juntos vagando por nuestros reynos, como lo facen, o dentro de otros setenta días próximos siguientes salgan de nuestros reynos, y no vuelvan a ellos en manera alguna; sopena que, si en ellos fueren hallados o tomados, sin oficio o sin señores, juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, que los corten las orejas, y estén setenta días en la cadena, y los tornen a desterrar, como dicho es; y por la tercera vez, que son captivos de los que los tomaren por toda su vida..."

(Pragmática de los Reyes Católicos, promulgada en Medina del Campo, en 1499; recogida en peticiones de Cortes de 1525, 1528 y 1534.)

(la denominación "egipcianos" era por la falsa creencia de que provenían del Egipto Menor, como hemos visto. De este término provine la palabra castellana "gitano" y el inglés "gipsy")


Así nos encontramos la definición que de ellos da el Diccionario de Autoridades de la Real Academia de la Lengua de 1732 (pág. 52):

"Cierta clase de gentes, que afectando ser de Egypto, en ninguna parte tienen domicilio, y andan siempre vagueando. Engañan a los incautos, diciéndoles la buena ventura por las rayas de las manos y la phisonomia del rostro, haciendoles creer mil patrañas y embustes. Su trato es vender y trocar borricos y otras bestias, y a vueltas de todo esto hurtar con grande arte y sutileza. Latin: cingarus."

Aunque muchos de los gitanos practicaban el hurto o el bandidaje, hay pruebas de que no todos eran delincuentes. En Sevilla había muchos que se dedicaban a ocupaciones muy diversas, como veremos a continuación, pero casi siempre dentro de la ley. Cuando los moriscos fueron expulsados en 1609, los gitanos ocuparon su lugar en la venta de buñuelos y otras golosinas por las calles de la ciudad, lo que aún hacen en la Sevilla actual.


Los gitanos en la historia de Sevilla

La principal actividad gitana fue siempre en Sevilla la herrería. (La fragua: Francisco de Goya y Lucientes. Colección Frick. New York. USA.)


Los primeros rastros de la presencia gitana en Sevilla están en el nomenclator de la ciudad. La actual calle Jáuregui se llamó a principios del siglo XVI calle de Gitanos, signo de que la collación de Santa Catalina fue su lugar de asentamiento primitivo.

Pocos datos se conservan relativos a los siglos XVI y XVII. En ese lapso los gitanos, una vez urbanizados y habituada a ellos la ciudad, se instalan en otros lugares. Relativamente marginados y siempre pobres, su lugar tradicional en la trama urbana es extramuros, en los arrabales inmediatos al caso amurallado. Mucho se ha discutido acerca de las gitanerías; pero da la impresión de que, salvo quizás en los primeros decenios de su estancia, nunca hubo en Sevilla barrios exclusivos para gitanos. No consta que las autoridades les impusieran, como a judios y moriscos, la obligación de recluierse en ghetto; por su parte, ellos tampoco sienten la necesidad perentoria de ocupar en exclusiva un área concreta. Eso sí, preferían que en sus casas no hubiera payos -aunque hay numerosos ejemplos históricos de corrales de vecinos mixtos- y, sobre todo, les resultaba penoso vivir sin otras familias gitanas a tiro de piedra.


En cualquier caso el hecho es que se fueron creando puntos de fuerte densidad gitana. Uno estaba alrededor de la calle Ancha de San Roque, convenientemente situado a medio camino entre el Matadero y el Perneo de cerdos, lugares con buenas posibilidades de ofrecerles trabajo. Se sospecha que en la Macarena se formó otro pequeño núcleo aunque no se haya podido localizar. Pero su residencia por antonomasia fue desde muy pronto Triana y concretamente su parte sur: consta que en 1783 vivía allí la mitad de la población gitana de Sevilla.


En el contexto urbano de una ciudad que siempre mantuvo fuertes lazos con el campo, los gitanos desempeñaron como pez en el agua sus ancestrales oficios, salvo quizás aquellos -la cestería, por ejemplo- más unidos a la vida errante. Pululaban alrededor de los mataderos, renovando una vieja tradición carnicera registrada en las primeras etapas de su peregrinaje europeo. Otros se dedicaron al hospedaje; según el inglés Twiss, que recorrió Andalucía en tiempos de Carlos III, la mayoría de las ventas y mesones estaba en sus manos. Una referencia indirecta de las Ordenanzas de Sevilla deja entrever que la explotación de mesones constituía una plataforma excepcional para el tráfico ilícito de caballerías, para desesperación del gremio de tratantes, en permanente crisis de negocios. De siempre hubo también gitanos agricultores, afincados en la Vega de Triana y por Capuchinos.


Como punto curioso es de señalar también la probable presencia en las procesiones del Corpus, añadiendo con sus danzas una nota de exotismo al fastuoso cortejo que por entonces se estilaba... y cobrando por ello. No hay constancia de la intervención de gitanos en las procesiones de Sevilla; pero es razonable suponerlo por cuanto la estructura del cortejo era similar a la de otras ciudades -hasta cinco cuerpos de danzantes pagaba el Cabildo en 1697-, donde sabemos a ciencia cierta que actuaron. ¿Quién mejor que ellos podían interpretar la zarabanda, ese baile lascivo que escandalizó al Padre Mariana?


Anécdotas aparte, la espina dorsal de la actividad gitana fue siempre en Sevilla la herrería. A su llegada, el correspondiente gremio de castellanos viejos no debía estar aún muy consolidado. No sucedió como en Francia, donde la presión gremial forzó a los gitanos a abandonar el trabajo de fragua. Aquí, aunque el primer ordenamiento de las herrerías sevillanas se remonta a tiempos de don Alonso el Onceno, las Ordenanzas no se consolidan hasta 1485. Los herreros payos, además, estuvieron muy limitados por sus propias reglas y por la existencia de otros gremios -cerrajeros, cuchilleros, freneros-, dando en conjunto una estructura productiva disfuncional. Sin tantas trabas internas, los gitanos tenían un ancho campo en las ramas más utilitarias del oficio, donde hay razones para pensar que los forjadores castellanos no daban abasto. La debilidad numérica del artesanado sevillano es una constante histórica. Todavía los sectores del cuero, textil, de la construcción y la madera tenían cierto peso; los otros gremios, en palabras de García Baquero, se nos presentan como una especie de parientes pobres. No es pues extraño que los gitanos fuesen realmente indispensables para la fabricación de herraduras y clavos.

Esa posición clave en la economía sevillana dio lugar a un núcleo de familias herreras inmune de hecho a las persecuciones, puente privilegiado entre las dos comunidades y pionero en la sedentariedad y el cumplimiento de las obligaciones civiles. La presencia secular de este conjunto de gitanos, bautizados y contribuyentes de generación en generación, era -paradójicamente- notoria pero no pública. Es decir, todo el mundo sabía de su existencia y naturaleza, aunque los documentos oficiales prefiriesen no reflejarlo. Por ejemplo, un padrón de hombres útiles para las armas hecho en Triana a fines del siglo XVII está cuajado de apellidos de indudable resonancia calé, pero sólo una cantidad ridícula de ellos lleva la mención de "castellanos nuevos", que era el eufemismo administrativo para designarlos.

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CRUZANDO EL PUENTE

JOSÉ MANUEL LÓPEZ MOHIÑO nace en Sevilla en el número 15 de la Calle Ruiseñor y bautizado en la Pila de los Gitanos de Santa Ana. A los pocos días lo trasladan a la Cava de los Civiles, donde transcurre su infancia y juventud. Aprende sus primeras letras en el Colegio de Cristo Rey y tras un breve paso por los Salesianos de Triana, ingresa en la Escuela Francesa, donde cursa el Bachillerato. 

Ha dado conferencias en el Excmo. Ateneo de Sevilla, en el Aula de Grados de la Cátedra de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla, como así participa en los Cursos de Verano que organiza la Universidad Pablo de Olavide a través de su Círculo Cultural y en todo el ámbito de las Peñas Flamencas y Asociaciones Culturales.

Ha realizado la exaltación poética en la presentación de la Giraldilla Flamenca de Lebrija en el año 2011 dedicada a Carmen Linares, como así al Tocaor Quique Paredes en la Semana Cultural de la Peña Flamenca Juan Talega de Dos Hermanas.

Ha dado el Pregón Flamenco de Triana en el Círculo Cultural Don Cecilio, así como el Pregón Rociero de la Hermandad del Rocío de Aználcazar y el Pregón de Semana Santa de la localidad de Pilas. 

Tiene publicados cientos de artículos en revistas especializadas y prensa destacando los referentes a los orígenes del flamenco y estudios sociales y antropológicos. Ha sido Director de la Revista Sevilla Flamenca y Asesor Cultural y Relaciones Institucionales de la Federación Provincial de Sevilla de Entidades Flamencas.

Pregonero, escritor (Miembro de la Asociación Colegial de Escritores Españoles) y poeta, tiene publicado varios libros profesionales y de investigación: entre ellos “La Triana de la posguerra y otras cosas”, el libro presentado en la Feria Mundial del Flamenco es el titulado “Toda la verdad sobre Anita Sevilla” cantaora republicana fallecida en Estados Unidos, su libro presentado en el Salón de los Carteles de la Real Maestranza de Caballería titulado “Francisco Vega de los Reyes Curro Puya  Gitanillo de Triana esencia del toreo trianero” y su último libro “Apuntes históricos y orígenes del  Cante” “De Triana a los puertos” editado por la Cátedra de Flamencología de la Universidad Hispalense.

Sus grandes aficiones son el comportamiento costumbrista y en particular el flamenco, los toros o la Triana que ama con locura desde su nacimiento. En el año 2004 fue distinguido con el nombramiento de Trianero de Honor en la Velá de Sant´Ana.

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